Mestizos Magazine

Cristián Apiolaza ''Queremos romper las barreras que existen''

Cristián Apiolaza 800 |

Abogado, activista y vegano, el año 2003 se infiltró en el bioterio de la Universidad Católica, donde se hacían experimentaciones con primates, iniciativa que tras una potente campaña llevó al cierre del recinto. Ese fue sólo el comienzo del camino de un hombre que ha tomado la consecuencia como un estilo de vida.

Por Isabel Pinto G.   Fotografías Gonzalo Muñoz

Dentro de sus muchas actividades, construye hábitats en el Centro de Rescate y Rehabilitación de Primates, creado por Elba Muñoz, ubicado en Peñaflor. “Durante mis vacaciones pasadas hicimos esas”, apunta a jaulas ambientadas y pensadas para que la vida de los monos que allí residen, unos 180, sea grata y lo más similar a la que tendrían fuera de cautiverio.

Es sábado y Cristian Apiolaza (37) está en el centro como cada fin de semana. Es hora de almuerzo para la comunidad y ayuda a entregar un mix de frutas y verduras a todos los integrantes de este grupo, víctimas del tráfico, todos. Esta es una de sus actividades, probablemente la que trazó el camino sin retorno que tomó hace unos 20 años.

Veganismo

Cristián entró a estudiar Pedagogía en inglés el año 2000 a la USACH, en esa época consumía carne, pero en la Universidad estaba la Agrupación de Estudiantes por la Defensa de los Animales, AEDA. ‘’Recuerdo que fui a una marcha de la coordinadora por la liberación animal, me entregaron información y ese mismo día en la noche decidí dejar de comer carne. Fue súper radical’’.

Fue vegetariano durante seis meses. “Ese periodo fue complicado, fui irresponsable y me enfermé. Fue mi responsabilidad no de la dieta vegetariana, porque básicamente comía arroz con papas. Se me adelgazó la piel en todo el cuerpo e internamente se me expusieron las puntas de las venas y estuve con hemorragia como tres semanas por el cambio de dieta. Me atendieron en la Católica y me tocó una doctora muy joven, que venía llegando de Inglaterra, cuando le conté que no comía carne y que me quería hacer vegano, me dijo: ‘¡dale! pero tienes que ser responsable’. Comencé a comer bien y luego me hice vegano’’.

En esa época pesaba 150 kilos, tenía problemas de colesterol alto, hipertensión, riesgo de enfermedad cardiovascular, problemas al hígado, y que todo eso desapareció luego del cambio de alimentación y someterse a una dieta equilibrada.

‘’Llegar al Bioterio de primates fue brutal’’

Mientras estaba con AEDA se enteró que había una persona, Elba Muñoz, que trabajaba en el rescate y rehabilitación de primates en Peñaflor y que necesitaba voluntarios. Quiso ser uno y como es la tendencia en su vida, acto seguido lo hizo. Cuando colaboraba en el Centro de Primates, Cristián tenía contacto con las veterinarias encargadas del bienestar de los primates en el Bioterio (centro de investigación perteneciente a la Universidad Católica), aclara que ellas no eran las que hacían experimentos con los animales. “Me conocen y me ofrecen trabajar en el Bioterio... Hasta entonces era un mito dentro de los estudiantes de la Católica que había un Bioterio de primates y todo el mundo decía que era mentira, ¿dónde iban a meter 120 monos en un edificio? Cuando entré había alrededor de 85 primates’’.

Al recinto sólo podían ingresar profesores, investigadores y estudiantes de post doctorado, no podían entrar los alumnos de pregrado.

Al momento de llegar al Bioterio, Cristián llevaba tres años trabajando en el Centro de Primates de Peñaflor y el contraste entre ambos lugares fue desolador. ‘’En el centro hay comunidades, ningún mono está solo, salvo que sea estrictamente necesario, en el sentido que quizás no se lleve bien con los demás, y le guste estar solo. Hay vegetación, una variedad de comidas, por lo que llegar al Bioterio de primates fue brutal, eran condiciones totalmente opuestas. Estaban encerrados en jaulas de 70 x 70, no podían tener contacto con los monos que estaban al lado, el piso era de fierro, sus patas estaban dañadas, la comida era súper fome, no tenían ningún tipo de ventana, nunca les entró aire, luz ni sol’’.

Apiolaza debía limpiar, darles comida y bañarlos con una manguera a presión. ‘’Los monos no se bañan y si quieren hacerlo lo hacen ellos, pero ellos tenían todo mecanizado. En dos ocasiones vi que llegaban investigadores, sacaban monos y después los mataban, hacían vivisección. Me daba cuenta que separaban los restos, como el pelo, el cuerpo, los órganos, riñón, hígado, ovarios, porque era un laboratorio que hacía experimentación ginecológica, ahí se testeó la pastilla del día después, pero también hacían otro tipo de experimentos’’.

Si bien, el primer mes no pudo ingresar una cámara porque le revisaban la mochila, al tercer mes lo hizo, tomó fotos y grabó. ‘’Filtramos las fotos el año 2003 a través de la prensa, pero no funcionó, no tuvo ninguna repercusión. Me llamaron de la Universidad Católica diciéndome que me iban a demandar, pero al final no lo hicieron porque no pasó nada. Intentamos hacer una campaña ese mismo año con un par de compañeros y tampoco resultó’’.

El movimiento estuvo en pausa del 2003 al 2005, pero luego ‘’se inició una campaña fuertísima, que para mí ha sido la campaña de activismo más importante que se ha hecho en Chile. Hacíamos protestas y funas todos los días afuera de la Católica, si había un evento entrábamos a interrumpir. Íbamos con las fotos, videos, lienzos, estábamos todos los días, hacíamos marchas e iban cuatro mil personas. Hasta que el año 2007 pasan varias cosas, unos activistas entran a interrumpir un seminario, otros lanzaron bombas de pintura al frontis de la Católica. Ahí la Universidad presenta una querella en mi contra, aunque yo no estaba en esa actividad, pero era el rostro visible de la campaña. Con la querella, la universidad buscaba bajar la campaña atacando al supuesto líder, pero nosotros teníamos una organización súper horizontal. La querella fue por el delito de daños a propósito de las bombas de pintura, me ponen como conspirador y como autor del delito de desórdenes públicos dentro de la universidad. La Católica no es un espacio público, pero igual pasó la querella, y en esa época, el abogado Esteban Villablanca, me representó’’.

Se realizó un proceso judicial que duró dos o tres audiencias con mucho apoyo de los activistas, y al final fueron absueltos. ‘’No lograron acreditar que efectivamente yo había ingresado o que había lanzado las bombas de pintura, pero era un proceso legal en contra de la campaña no en mi contra, querían terminar con ella y pasó todo lo contrario. Esos últimos años tuvo mucho más fuerza y en enero de 2008 la Católica comunica que van a cerrar el Bioterio de primates porque no tienen dinero para seguir adelante, pero nosotros sabemos que es por la presión’’.

“Yo los necesito más que ellos a mí”

Cristián es voluntario hace 18 años en el Centro de Primates de Peñaflor. Desde entonces desempeña labores de aseo, alimentación, construcción y mantención, entre otros. Su vínculo con los animales es evidente, mientras recorremos se sienten sonidos a su paso y al entrar al espacio que comparte Cisarro e Ivo (monos capuchinos), de inmediato se le acercan. ‘’El centro es importante para mí en términos de desarrollo. Desde una perspectiva política, filosófica, trabajar tanto tiempo en ese lugar, es fundamental para después tener una opinión respecto de los derechos animales, de lo que hay que hacer por ellos. Sin el centro de primates no sería la persona activista que soy actualmente, no existiría, o quizás sería otra, pero no al nivel de compromiso que creo que tengo’’.

Agrega que ‘’todo lo que uno puede leer respecto a los animales, que son seres sintientes, que tienen intereses, que son sociales, inteligentes o que tienen conciencia, tú lo ves ahí a diario. Para mí esa cuestión no es discutible, me impacta un poco que a esta altura todavía haya gente que crea que los animales no son capaces de sentir dolor, que no son inteligentes o conscientes. El centro se ha transformado en un espacio de donde salen ideas para trabajar en términos de activismo. En lo personal es un espacio de relajación, tener contacto directo con animales te baja el estrés, te transformas en otra persona, para mí ha funcionado súper bien eso. Siempre he creído que yo necesito más el centro de lo que ellos me necesitan a mí. Necesito ir para allá para estar bien en todos los niveles’’.

Abogado animalista

Tras la querella que presentó la Universidad Católica y luego de que le costara encontrar un abogado que compartiera sus intereses decide estudiar derecho.  El año 2017 realiza el proyecto de la Defensoría de Derecho Animal. ‘’Primero comienzo a tomar causas de maltrato animal con la Verónica Basterrica (creadora del proyecto TNR Chile), ella me contacta para tomar la causa de la gata de Unimarc, y me pregunto qué pasa si empiezo a tomar este tipo de causas de maltrato animal, así surge la idea de crear esta defensoría de derecho animales. La cantidad de denuncias siempre va a ser mayor que la cantidad de querellas que nosotros podamos presentar; me encantaría presentar querellas en todos los casos, pero por tema de recursos humanos no puedo. Por eso la idea es presentar casos más emblemáticos, como el de la Natasha, una perrita comunitaria que fue subida a un auto al interior de un condominio y luego abandonada en un sitio eriazo, que casos como el de ella pasan siempre, y el de Lautaro, un gato que muere por una negligencia, son casos que nunca se han tratado. Queremos romper las barreras que existen, pero mi idea es que hay que trabajar a ese nivel para después subir a la Corte de Apelaciones, a la Corte Suprema.

En cuanto al aumento de las denuncias, ‘’creo que si no se hace un trabajo con las policías, con fiscalías, que son el ente que investiga y con los tribunales, desde el más chico al más grande, no tiene mucho sentido que aumente el número de denuncias. Es simplemente un número, la denuncia tiene que pasar después a una etapa investigativa, si la fiscalía no toma eso como algo importante no va a pasar nada. Siento que el tema de maltrato animal no es importante ni para las policías, ni para la fiscalía ni para los jueces. Tiene que haber una política de tenencia responsable estatal que parta en los colegios, eso falta, da lo mismo la cantidad de leyes que saquemos, de penas, aumentar años o las multas’’, puntualiza.

Cristián tiene animales desde los 10 años y hoy además de su trabajo por ellos comparte sus días con tres canes: Chili, Martín y Jhonny. ‘’Paseamos mucho, duermen conmigo, cuando quieren, si estamos flojeando lo hacemos juntos, si duermo siesta se van todos a dormir conmigo. Para mí son fundamentales, no me podría imaginar una vida sin tener contacto directo con animales. Creo que son un factor fundamental, de estabilidad emocional, también en términos educativos; claramente hay una diferencia entre los niños y niñas que tienen contacto con animales en su primera infancia y los que no”.

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