Actualidad Animal

La Patria no es maltrato

Rodeo | Instagram @rodeoytradicion

Septiembre en Chile es una fiesta: banderas al viento, empanadas, juegos criollos, plazas llenas de niñas y niños corriendo y jugando. También, todavía, medialunas donde un novillo asustado es embestido y acorralado en nombre de la tradición; canódromos improvisados donde perros son forzados a competir hasta el agotamiento; ferias y espectáculos que exponen a los animales a sufrimiento y crueldad. La pregunta de fondo no es nueva, pero cada año vuelve con más fuerza ¿De verdad necesitamos sufrimiento para celebrar quiénes somos?

En las últimas décadas, Chile ha avanzado tímidamente en la protección animal. El último hito legislativo fue la ley Nº21.020 o ley cholito que, si bien se refiere a la tenencia responsable de animales de compañía, reformó el delito de maltrato animal, definiendo qué se entiende por tal, graduando las penas e incorporando una nueva pena accesoria de inhabilidad absoluta y perpetua para la tenencia de animales de todo tipo. De esta forma, el nuestro Código Penal castiga los actos de maltrato o crueldad con animales en la medida que estos causen daño, dolor o sufrimiento a un animal, sin exigir que haya sangre o una lesión para que exista delito; basta la conducta que objetivamente cause sufrimiento injustificado. 

A la luz de ese estándar legal, sostener que ciertas prácticas son aceptables "porque son tradiciones" no resiste análisis. Tradición no es sinónimo de permiso para dañar. La pregunta jurídica es otra: ¿la conducta implica sufrimiento innecesario para un ser sintiente? Si la respuesta es sí, se acerca peligrosamente al delito de maltrato animal. Si una escena de acoso, golpes, estrés y pánico ocurriese en una calle cualquiera, todos la llamaríamos maltrato y lo denunciaríamos. ¿Qué cambia al trasladarla a una medialuna, canódromo o un recinto improvisado? Solo el relato de catalogarlo como "tradición" o como parte de una supuesta identidad nacional.

También necesitamos claridad en el lenguaje pues cuando de forma ligera decimos que algo es "tradicional", solo describimos que fue practicado durante un tiempo, no que sea éticamente correcto. La noción de tradición es dinámica y objeto de evolución y hubo tradiciones humanas —aquí y en otros países— que la conciencia moderna repudia: el castigo público como espectáculo; los circos con animales cautivos, hoy en desuso en nuestro país; los castigos corporales como forma de educación; entre otros. La identidad nacional se debe sostener en expresiones que no requieren víctimas: la cueca, las payas, la cocina, las ferias, el deporte nacional como la rayuela, la música que nos reúne, los juegos que nos hacen reír, todo eso sí es patrimonio inmaterial de nuestro país. 

Quienes justifican los espectáculos crueles suelen decir que "siempre se ha hecho", que generan trabajo, que representan al campo o que el animal "no sufre". Pero la evidencia veterinaria y etológica es clara respecto de estrés, miedo y dolor en situaciones de acoso, derribo, fustas y embocaduras agresivas, o sobreexigencia en carreras. Y si el empleo es la preocupación, la respuesta no es perpetuar un daño, sino abogar por una transición justa hacia actividades sin crueldad, con reconversión, cultura y turismo que valoren el patrimonio vivo sin convertir a nadie en víctima.

Las fiestas patrias son un espacio para reflexionar sobre quiénes somos y qué país queremos representar. Si aceptamos que para celebrar necesitamos el miedo de un novillo, la sobreexigencia de un perro o caballo u otra representación cruel, el mensaje es pobre: nuestra alegría y orgullo como chilenas y chilenos depende del dominio sobre otros. Si, en cambio, elegimos celebrar sin causar daño, el mensaje es otro: nuestra fortaleza e identidad cultural está en la empatía, la creatividad y la dignidad. 

Por esto, la invitación para este septiembre es hacer algo sencillo y poderoso: manifestarnos contra las tradiciones crueles en la Marcha contra las Tradiciones Crueles que se está organizando a nivel nacional para este sábado 13 de septiembre. Pidamos a nuestras municipalidades y gobiernos regionales que retiren financiamiento a espectáculos con animales; apoyemos iniciativas culturales sin crueldad; levantemos la voz donde veamos sufrimiento normalizado; acompañemos con argumentos a quienes aún tienen dudas; convoquemos a las comunidades y medios a decir en coro que el orgullo patrio no se construye golpeando, hostigando o explotando a otros seres vivos; y exijámosles a los políticos que acabemos con las tradiciones crueles.

Las tradiciones nocivas cambian cuando una generación se atreve a decir "hasta aquí toleramos esta injusticia". Nosotros podemos ser esa generación y tenemos los argumentos, la evidencia y las alternativas para que esta mayoría social que hoy le dice no al maltrato animal, pueda celebrar de otra manera y exigir el fin de las tradiciones crueles. Que este 18 de septiembre no nos encuentre indiferentes, sino que, bailando, compartiendo, disfrutando y defendiendo con firmeza una idea simple: la Patria no es maltrato.

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