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Rodeo: Una historia de explotación animal en Chile

Rodeo | Instagram @rodeoytradicion

"Aquellos que lo practican y el espectáculo que se construye, podrían incluso considerarse parte de un fetiche, en el sentido de que se disfruta del sufrimiento de una víctima animal que se encuentra en un estado degradado, exhausto y energéticamente agotado, lo cual alimenta el propio honor y ego del jinete".

La historia del rodeo no se trata únicamente de las tradiciones en Chile, sino más bien de la explotación animal en nuestro país. El rodeo surgió durante la Colonia, se convirtió en un espacio de competencia y recreación, y se consolidó definitivamente en la época de la conquista bajo el gobierno de don García Hurtado de Mendoza. Durante su mandato, ordenó que cada 24 y 25 de julio (fiesta del apóstol Santiago) se reuniera el ganado en lo que hoy es la Plaza de Armas de Santiago para ser marcado y seleccionado. Posteriormente, se hizo obligatorio este rodeo. Aunque el escenario fue el mismo, la fecha se fijó para el 7 de octubre, día de San Marcos. El objetivo se mantenía, pero se exigía que la labor de traslado a los diferentes corrales la realizaran jinetes en caballos adiestrados.

Nicolás Celis Valderrama. Historiador. Personal

Eduard Poepping, en 1826, indica: "Por un doble motivo, la ganadería es aquella rama de la agricultura que el chileno da preferencia por sobre las preferencias de los demás. Por un lado, satisface una inclinación hacia la vida libre e independiente y una predilección por todo lo que es aventurero y valiente, exigiendo una actividad violenta y no uniforme... Los rodeos se realizan en primavera, en septiembre u octubre". Estos testimonios indican que la práctica del rodeo se llevaba a cabo históricamente en determinados momentos del año y por motivos relacionados con el trabajo, no durante todo el año y por placer. En aquellos momentos, no estaba normalizado causar daño al novillo; el objetivo era reunirlo para marcarlo y no perseguirlo con intenciones de dañarlo.

La actividad del rodeo, en la actualidad, consiste en que una pareja de jinetes, llamada "collera", montada sobre caballos de raza chilena pura, debe arrear y atajar un novillo en tres oportunidades consecutivas sobre dos quinchas al interior de una medialuna, turnándose en la atajada y el arreo. En una descripción más específica, se utilizan dos animales: el caballo y el novillo. Este último debe pesar entre 400 y 500 kilos para igualar su peso al del primero. Además, el novillo no debe haber participado previamente en esta actividad, ya que se busca que no se niegue a correr. La práctica comienza en el "Apiñadero", que es un espacio con un diámetro de 36 a 44 metros, donde los animales se colocan en filas, uno frente al otro. Posteriormente, pasan a la "Media Luna", que es una circunferencia de 40 a 50 metros de diámetro y es el lugar donde se lleva a cabo el rodeo propiamente dicho. La experiencia conocida como "Carrera Corrida" implica que el jinete que monta el caballo debe atajar al novillo tres veces, es decir, llevarlo hasta una zona de sacos acolchados. Antes de las atajadas, hay una señal llamada "Línea de Postura", donde el jinete debe llevar al caballo con el pecho presionando al novillo.

Sin embargo, es importante destacar que la atajada implica violencia física, ya que el animal queda atrapado entre el cuerpo del caballo y el acolchado de la pared de la medialuna. Esta presión no solo implica el peso del caballo sobre el novillo, sino también un peso mayor debido a la velocidad con la que el jinete se acerca.

Todas las prácticas, incluso las denominadas "tradiciones" también pueden ser objeto de revisión y corrección a lo largo del tiempo. Es un deber ético y moral de todas las comunidades. Las sociedades tienen la capacidad de desarrollar una intolerancia hacia prácticas que se llevaban a cabo en el pasado. Esto se refiere a cómo la interpretación de ciertas prácticas ha evolucionado históricamente, siendo inicialmente aceptables y actualmente inaceptables. Incluso algunas prácticas del pasado pueden ser objeto de sanciones legales en el presente.

La capacidad de identificar y enumerar aquellas prácticas que contradicen nuestras sensibilidades y nuestra moralidad en la actualidad nos ayuda a comprender los límites de lo que es tolerable y aceptable, e incluso de lo que puede ser expresado. Esto nos lleva a entender que las definiciones de lo tolerable no son estáticas y no poseen una esencia atemporal, ya que lo que es considerado intolerable es un fenómeno altamente dinámico, que puede expandirse y contraerse simultáneamente. Lo intolerable generalmente se refiere a experiencias radicales o excesos que implican posturas crueles en términos de lo indeseado o reprochable.

Al explorar la sensibilidad hacia prácticas y la producción de representaciones a lo largo de la historia de Chile, podemos descubrir fronteras que han sido construidas históricamente, relacionadas con permanencias o transformaciones. Por ejemplo, el Rodeo u otras formas de violencia contra los animales no tendrán la misma significación en diferentes momentos históricos.

Por otro lado, el Rodeo exhibe una masculinidad basada en la conquista y el dominio. Desde sus inicios, esta práctica no se llevaba a cabo de manera generalizada en todo el territorio chileno, sino solo en las haciendas, que históricamente han sido espacios de dominio y control sobre la tierra, los animales y las personas. Aquellos grupos que detentaban el poder tenían la capacidad de establecer las reglas, incluyendo el uso violento de los animales. Por lo tanto, el origen del Rodeo no se limita únicamente al dominio de ciertas poblaciones y grupos humanos, sino que también implica el dominio sobre la naturaleza y lo no humano, y parece que estos aspectos están intrínsecamente vinculados. Estamos frente a una práctica que involucra crueldad, conquista y exhibición.

Para ciertas masculinidades, es fundamental llevar a cabo prácticas crueles, de conquista y exhibición, y el Rodeo se convierte en un espacio privilegiado para ejercerlas. Golpear repetidamente al novillo contra la pared mediante el uso del caballo es un acto cruel, y esta crueldad actualmente está respaldada por el Estado y los regímenes políticos. El público que participa en estas actividades ratifica la presencia de una masculinidad exhibicionista, es decir, una masculinidad que requiere ser vista para ser validada y que crea una estética específica entendida como lo que se muestra, como regímenes de aparición. No necesariamente está relacionada con la belleza, el arte u otros aspectos visuales. Esta exhibición de las masculinidades tiene dos características, en mi opinión, que pueden ser identificadas. En primer lugar, es una exhibición de los atributos de la masculinidad, ya sea cuando los jinetes posan frente a los novillos golpeados y agotados, o en imágenes capturadas en el momento exacto en que los jinetes embisten al novillo contra la pared. En segundo lugar, estos atributos son mostrados y demostrados a través del dominio sobre el otro, en este caso, el otro no humano.

El Rodeo, aquellos que lo practican y el espectáculo que se construye, podrían incluso considerarse parte de un fetiche, en el sentido de que se disfruta del sufrimiento de una víctima animal que se encuentra en un estado degradado, exhausto y energéticamente agotado, lo cual alimenta el propio honor y ego del jinete.

Por Nicolás Celis Valderrama, Historiador. Candidato a Doctor. PUC. Magister en Historia USACH.

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