Perros y Gatos

Animales de compañía ¿Los queremos por igual o hacemos diferencias?

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Un tema incómodo entre quienes tenemos más de un animal es el de la predilección por alguno de ellos ¿Es normal que esto suceda?

Por Marcos Diaz Videla, profesor y doctor en psicología. Docente universitario. Autor de Antrozoología y la relación humano-perro.

Tengo dos perras: Dalma y Gianinna. Ellas son hermanas de una misma camada y, físicamente, son muy parecidas. Frecuentemente, las personas me hacen dos preguntas contrapuestas. La primera es cómo hago para diferenciarlas: ésta es la más fácil. Los custodios utilizamos las evidencias que tenemos a nuestro alcance para definir a nuestros animales como poseedores de mentes, vidas emocionales, personalidades únicas y gustos fácilmente identificables. La segunda —más complicada— es si las quiero del mismo modo o si tengo una preferida.

Este es un tema común entre custodios, que muchas veces genera silencios, desconcierto o culpa. Sucede que, si bien las personas queremos a todos nuestros animales, no los queremos del mismo modo. Y hay una explicación sencilla para eso: ellos no son iguales. De modo que el amor no es el mismo. ¡Y eso está bien!

En la convivencia íntima con nuestros animales llegamos a reconocernos como individuos únicos e irrepetibles. En base a esto, hemos forjado un vínculo de manera singular con cada uno. Estos vínculos incluyen quiénes son estos individuos y qué clase de humano necesitan que uno sea. Por ejemplo, mientras que algunos permanentemente buscan proximidad física y brindan demostraciones afectivas, otros están siempre dispuestos a jugar y buscar aventuras.

Marcos Díaz Videla

Marcos Díaz Videla

Así, tal cual, me sucede con mis perras: Gianinna me demanda que yo sea un humano tranquilo y cariñoso, y Dalma, un humano activo y deportista. De modo que es lógico tener mayor afinidad por alguna ante ciertas circunstancias. Así, es más común que yo duerma la siesta con Gianinna y que Dalma me acompañe a hacer las compras por el barrio.

Hasta ahí, tenemos un vínculo individualizado con cada una. Los problemas pueden surgir si esta predilección no resulta dinámica, no se alterna o si se vuelve descuidada. Cuando la preferencia se rigidiza se produce un desbalance que resulta inadecuado. Cada animal debe tener su momento para ser el predilecto y todos los vínculos deben ser especiales y destacados en algún punto.

Estos mismos cuestionamientos surgen con frecuencia en el vínculo de los padres con sus distintos hijos. Claro que acá el tema de las preferencias se vuelve un tabú, de modo que la pregunta al respecto resulta inaceptable. Sin embargo, el fenómeno sucede. Cuando esto se nos presenta en psicoterapia, la orientación a padres incluye:

(1) Aceptarlo y dejar los auto-cuestionamientos de lado. Las preferencias son el resultado lógico de las diferencias individuales y vinculares.
(2) Enfocarse en las cualidades positivas de cada uno. Todos tienen aspectos destacables. De modo que nuestro foco tiene que estar siempre en lo que cada uno tiene, y no en lo que carece.
(3) Evitar las comparaciones unidimensionales entre ellos. Es decir, compararlos en función de un único atributo. Debemos eludir la tendencia a cuantificar las habilidades y evaluar cuál es más o mejor que el otro en esa habilidad. Para esto, podemos orientarnos a las comparaciones entre dimensiones. O sea, mientras que uno se destaca en una habilidad el otro se destaca en otra.
(4) No idealizar a ninguno; más bien, aceptar a cada uno con sus particularidades. Ninguno es perfecto ni lo será.

Una vez más, principios que aplican al vínculo padre-hijo también aplican al vínculo con nuestros animales de compañía; el cual tiende a configurarse como un vínculo parental.
Así, cuando me preguntan si tengo una preferida yo suelo contestar: "¡Depende para qué!". Aquí no se trata de querer más o querer menos, sino de querer diferente. Porque cada vínculo se construye en su singularidad. ¿Qué opinan?

Foto de Yaroslav Shuraev en Pexels

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