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Empatía: La educación que transforma corazones y cuida vidas

Niña y cachorro | Freepik

Educar en empatía desde la infancia no solo transforma la forma en que los niños se relacionan entre sí, también moldea cómo aprenden a cuidar, respetar y habitar el mundo junto a otros seres vivos.

Un niño mira a su perro esconderse cuando comienzan los fuegos artificiales. No hay palabras. No hay llanto. Solo un cuerpo que tiembla y busca refugio. El niño se queda cerca. No intenta forzarlo, no lo reta, no lo expone. Simplemente está ahí. Sin saberlo, aprende algo esencial: que cuidar no siempre es intervenir ni corregir, a veces, cuidar es reconocer el miedo del otro y ofrecer presencia.

Hoy, en Chile, esta escena cotidiana dialoga con un momento relevante. En el Congreso se discute el llamado proyecto de Ley de Empatía, una iniciativa que busca incorporar el respeto hacia los animales como principio formativo dentro de la educación. Más allá de lo legislativo, esta propuesta abre una pregunta profunda y necesaria: ¿qué tipo de personas queremos formar?, ¿qué valores queremos sembrar desde la infancia?

La empatía, esa capacidad de reconocer, comprender y responder a lo que otro siente, no aparece de manera automática ni se aprende solo desde el discurso. Se construye en la experiencia diaria, en los vínculos significativos y, sobre todo, en el ejemplo. Enseñar empatía desde temprano permite a niños y niñas identificar sus propias emociones, comprender las de otros, regular sus reacciones y relacionarse de manera más respetuosa con su entorno.

Gabriela Diéguez Gioia - Psicóloga especialista en duelo y procesos de pérdida, @gabydieguez_ps Archivo personal

Gabriela Diéguez Gioia - Psicóloga especialista en duelo y procesos de pérdida - @gabydieguez_ps

Desde la psicología sabemos que la empatía fortalece la seguridad emocional, reduce conductas agresivas y favorece una convivencia más consciente. No se trata únicamente de "portarse bien", sino de aprender a reconocer al otro como un ser con emociones, límites y necesidades propias.

En este proceso, el vínculo con los animales ocupa un lugar especial. Los animales no se explican con palabras, comunican miedo, bienestar o incomodidad a través del cuerpo. Relacionarse con ellos exige observar, respetar señales, aceptar límites y asumir responsabilidad. Para un niño, cuidar a un animal es una forma concreta de empatía en acción, comprender que el bienestar del otro importa, incluso cuando ese otro no se parece a mí.

Por eso, educar en empatía y educar en respeto hacia los animales no son caminos separados. Diversas investigaciones muestran que la sensibilidad hacia los animales está profundamente relacionada con la empatía hacia las personas. Cuando un niño aprende a cuidar a un animal, también está aprendiendo a cuidar vínculos, emociones y entornos.

La Ley de Empatía apunta precisamente a esto, integrar el respeto por los animales como una vía para fortalecer valores como el cuidado, la responsabilidad y la convivencia desde la educación inicial. No es solo una medida de protección animal, es una apuesta por una formación emocional más profunda, coherente con los desafíos del presente. Educar en empatía es educar para la vida. Es formar personas capaces de cuidar, de ponerse en el lugar del otro y de reconocer la fragilidad como parte de la experiencia compartida, es aprender a cuidar la vida, incluso cuando esa vida no se parece a la nuestra.

Educar en empatía es aprender a cuidar sin dominar, a acompañar sin imponer y a reconocer, con humildad y ternura, que toda forma de vida merece ser mirada, escuchada y respetada.

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