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Jordi Castell "Lo único que me sujeta al mundo son los animales"

Jordi y su manada | Gonzalo Muñoz

La pandemia marcó un antes y un después en el estilo de vida de este querido comunicador, hoy vive con sus cuatro perros y dos gatos. Se siente pleno y planifica un futuro más conectado con la naturaleza y la tranquilidad que ésta le da. 

En un café fuera de Casa Costanera esperamos a Jordi que llega con la alfa de la manada, Nina Simone, una mestiza de pelaje negro brillante, oriunda de Chiloé y que hoy junto a Rocío Jurado, Dagoberto, y Fredy Mercury, por el lado canino, y Topacio, que es ciega "pero ella no se entera", y Rosalía, otra felina, componen su grupo familiar. Los nombres de cada uno revelan desde un inicio la relación que ha formado con ellos el fotógrafo, rostro televisivo y modelo. El humor, la creatividad, sensibilidad y una profunda empatía son parte integral del vínculo que ha forjado con sus animales. "No los humanizo sé que son perros y gatos", aclara.

La última vez que lo vimos con sus perros fue hace 12 años, en la segunda edición de nuestra revista, lo acompañaban en ese momento Abigail y Virginia...

Estábamos mirando las portadas de estos 12 años y nos encontramos con la tuya ¿qué ha pasado desde Abigail y Virginia? 

12 años. ¡12 años es una vida! La Abigail ahí ya estaba vieja y con las pifias típicas de perro fino, que son los tumores, la había tenido que operar una vez. Me acuerdo perfecto. Vivió harto, hasta que me dieron un diagnóstico atroz, donde me plantearon la posibilidad de la quimioterapia. Y ahí dije que no, no. Sí, ha pasado una vida y han pasado varias tormentas, pero lo único que me mantiene como cable la tierra son mis animales. Me fui a estudiar, a Chicago, tenía a la Virginia, y pensaba llevármela a Estados Unidos y mi abuelo, que en esa época estaba vivo, que fue mi papá, me dice ¿cómo se te ocurre, te la vas a llevar? Pobrecita, no va a entender nada, tantas horas. Efectivamente, me voy a Chicago y la Virginia se quedó viviendo con mi abuelo, durmiendo con él en su cama y aquí voy a entrar un poco a explicar para que entiendan con más facilidad todo: mi abuelo tenía 9 perros recogidos de todas partes, era de los que paraba el auto y agarraba perros y les buscaba hogar. 

Jordi Castell y su manada Gonzalo Muñoz

¿De ahí viene tu amor por los animales?

De ahí viene y además mi primera perra me la regaló mi abuelo cuando yo tenía 4 años. Imagínate, en San Fernando a los 4 años, diciéndome que no le podía faltar agua y que había que alimentarla dos veces al día, que había que peinarla porque era una Collie. 

Te enseñaba sobre la responsabilidad... 

Inconscientemente. Era un comerciante árabe y en mi familia no éramos ni muy cultos ni muy pitucos, pero él siempre me educó con la deferencia de tratar a la perra con responsabilidad. De hecho, la Choli se murió cuando yo tenía 10. Murió como de 7 años y murió porque comió un hueso que se le atragantó, le dio una hemorragia interna y fue fulminante. En la mañana me fui al colegio, volví a darle el almuerzo y la perra estaba muerta. Mi abuelo la veló porque él sabía lo importante que era finalmente para mí la perra, entonces claro, atando cabos han pasado 50 años y estoy repitiendo el patrón. 

Pasaron cuatro años entre la muerte de Virginia y la llegada de Topacio, su gata, tiempo en el que no se sentía en un momento para tomar la responsabilidad de un animal, hasta que, al igual que cada uno de sus compañeros de cuatro patas, fueron apareciendo en diversas circunstancias. "Las gatas me abrieron la cabeza. La Topacio es mi primera gata. Un día caminando por Chiloé la recogí en un potrero con 2 grados bajo cero y, es más, con una infección feroz en toda la parte del ojo y nariz. Olvídate del nivel de infección.  No la vi yo, la vio Marley, que era el perro que yo heredé de mi ex suegro, el papá de mi ex marido, que era un Boyero, un exquisito, precioso. Que tuvimos una historia de amor con ese perro". 

Jordi Castell y su manada Gonzalo Muñoz

El antes y el después

Al recordar los últimos años reconoce que la pandemia fue clave. "Dentro de todo soy de los pocos que gocé la pandemia, esto de tener libertad, del silencio, no tener que enfrentarte a la gente. Y esto es muy, muy de la mano con tener tantos animales, yo creo que es un poco evadir.  A mí me divierte, me entretengo y me comunico mucho mejor con los animales que con ciertos seres humanos, y cuando digo ciertos hablo de la gran mayoría. Somos una especie miserable que tenemos el mundo convertido en un basural", dice.

Jordi estaba en Chiloé en ese momento y se dedicó a salvar la vida de Topacio (nombre que nace de la teleserie de los ochenta cuya protagonista era ciega). Viajes de 18 kilómetros al veterinario en un auto prácticamente fundido, y mucho rigor lograron su recuperación y una ceguera que fue irreversible. "Ahora es la niña de mis ojos -agrega- y todo transcurre en torno a ella y todos los animales. Pasaron 3 semanas y llegó la Nina, en fase 1, Chiloé, zona rural", señala. Ésta - indica a Nina- no es que sepa que es ciega, pero no deja que nadie extraño se le acerque. Es súper alfa y es cabrona". Nina llama la atención por lo tranquila y bien comportada que es, se echa a pocos metros mientras espera que Jordi termine su café. 

Topacio Jordi Castell

¿Qué descubriste en Topacio que te enamoró de ella? 

Su discapacidad. Entendí la razón de vivir por un ser vivo que depende de ti. La Topacio es de las que cuando voy al minimarket, la pongo en el hombro y ella va fascinada arriba, feliz. Y, bueno, lo pasa la raja. Llegan visitas a casa y se acerca, conoce perfecto su casa. Por eso digo, yo creo que no sabe que es ciega. 

Luego llegó Rosalía...

Sí llamé a una fundación, dije cuando tengan una gata hembra, quiero una lazarilla para la Topacio, me habían sugerido que lo hiciera.

Rosalía Rebeca Jordi Castell

Dagoberto

La familia no se quedó ahí, venía un nuevo integrante, un gigante de 40 kilos esperando su momento. "A Dagoberto lo vi en un parque detrás de mi casa", comenzó a buscar a sus tutores, pero con el paso de los días no aparecieron y "se dio bien con la Topacio, la Rosalía y con Nina, se llevaron desde el minuto 1, hasta el día de hoy, son partners, de hecho, esa fue la gran razón. Dagoberto es un gorila".

Hay un tema bien social que te relaciona con tus animales... 

En un primer acercamiento ha tenido que ver con protegerlos. Siento que ellos vienen a salvarme... Sí, puede ser, toda la vida he sido igual con los perros que me encuentro.

Hablas del acercamiento a los animales y de alguna manera también te ha te ha permitido estar más alejado de los seres humanos, ¿Pasó algo ahí? 

La pandemia me cambió para bien. Porque me hizo pensar mucho en alejarme de la gente tóxica, familiares incluidos. Gente que no me potenciaba, ni sus cualidades, ni las mías, ni cosas positivas, lo único que hacen es chupar tu energía, gente que no te permite vivir en libertad tus propios sentimientos. Por ejemplo, tener animales respetando que de repente hay prioridades emocionales que trascienden más allá de un prejuicio higiénico. O sea, me he peleado a muerte con gente a la que le dan asco los perros, o sea, que me han dicho cosas que para mí son súper hirientes y yo he respondido, obviamente, con el doble de violencia.

Nina, Rocío Jurado, Jordi y Dagoberto Gonzalo Muñoz

Agrega que, "la pandemia me hizo un clic, yo vivía en un piso 11, me acuerdo fase 1, cuando estábamos todos encerrados. Yo abría las ventanas, veía pájaros por la ciudad que nunca había visto, con unos colores. Disfrutar de la ciudad en silencio a las once de la mañana. Los árboles moviéndose, vientos que nunca hubo antes en mi departamento. El ser humano como que estorba. Cuando me fui a Chiloé esto se me agudizó con la llegada de la Nina, entonces hay una necesidad emocional de hacer familia, generar lazos, pero no con seres humanos.

¿Cómo llegó Rocío Jurado? 

Llegaron los incendios primero. Me contacté con una amiga, también "enfermita", como nosotros, y pensaba en los animales. Ofreciéndome en qué podía ser útil. Así llegué a una clínica veterinaria donde estaban los casos más complejos. La Rocío estaba quemada, quemada, además venía de un criadero clandestino donde la tenían para parir. De hecho, tiene un tatuaje aquí de esos que le ponen (muestra una oreja). Había parido recién y cuando vieron que llegaron las llamas sacaron los cachorros y a ella la dejaron. Mi amiga me dice: llévatela al hotel, hazle hiper apego. 

Rocío Jurado Jordi Castell

Ese fue el inicio de un periodo de rehabilitación donde fue muy importante la alimentación para recuperarla de la anemia y el tratamiento para sus quemaduras que la transformaron completamente. Jordi trabajó activamente para que eso ocurriera, entonces, recuerda a su abuelo, quien todas las tardes de su vida le cocinaba a sus animales "ollas de huesos con carne y arroz. Les cocinaba porque a él le gustaba darle la proteína y vegetales para que los perros no tuvieran garrapatas ni pulgas ni nada. Y efectivamente los perros no tenían ni garrapatas ni pulgas. Preguntenme qué hago yo... comen proteína y vegetales cocinados por mí. Sí, les hago comida, la proteína principal se las doy yo, el pellet se los doy como para para nivelar los nutrientes. Y nunca ha tenido pulgas ni garrapatas, ni infecciones ni nada".

¿Y el último integrante?

Desde Fredy ya no respondo por mis declaraciones, él fue parte de la contradicción más grande que he tenido: los perros falderos, nunca los entendí.  Se fue Gastón adoptado (un perro que tuvo como hogar temporal), y al día siguiente o a los 2 días, tengo una vecina que me dice: "¿Hay una posibilidad de que tú uses tu red para buscarle casa a un perro que está para la cagada?, vive cerca de la casa de mi hermana en Paine, en un condominio. Lo tienen encerrado en una bodega sin comida, sin agua, con una alopecia severa y parece que es un perro medio fino que se arrancaba de la casa donde vivía por tanto maltrato". En una de esas que se arranca, lo logró tomar alguien, le tocó el timbre, le abrió la estúpida y le dijo: o me entregas el perro o te denunció y lo entregó.

Jordi Castell y su manada Gonzalo Muñoz

La adaptación fue automática prácticamente y Jordi lo sumó a sus planes de vacaciones.  "Me voy por tierra en auto a Chiloé con los cuatro. Son tres semanas de vacaciones, las gatas se quedan en el departamento con cat sitter. Viajo porque me auto prometí que la Nina vuelva a su tierra con sus tres hermanos. Y nos vamos a quedar en los mismos lugares donde la Nina anduvo de chica". 

Qué te dicen frente a este cambio. Parece que hay un antes y un después...

No les sorprendió nada.

Con tu experiencia con Rocío Jurado y Fredy ¿Qué opinión tienes de los criaderos? 

Más allá de los criaderos, creo que aquí hay una desidia o una negligencia feroz del Estado, no regular muchas cosas, a la Nina la tengo gracias a unas cabras que, en Ancud, en plena pandemia, tenían una fundación que se hacía cargo del canil municipal de Ancud, que estaba en un camino rural. El año pasado estuve en Suiza, fui a ver a un amigo. Y tú te morís en Suiza, todo lo que tienes que hacer para postular y tener un perro, que no te lo van a entregar cachorro, te lo van a entregar por lo menos de 6 a 8 meses, desde ahí. Antes no, porque antes los crían, los educan, los tienen y después van viendo. El perro de raza cuesta 10 veces más de lo que cuesta un mestizo en cualquier país desarrollado. A qué quiero llegar con esto. Antojo clasista, miserable como lo es el ser humano, de querer priorizar un perro de raza, eso es sólo equivalente a andar manejando un auto más caro que tu propia casa o a ponerte marcas que te van a abrir puertas o tener un estatus. Son el mejor reflejo de lo nefasto y siniestro que puede ser el comportamiento humano.

Nos hablaste de planes a futuro que tienen que ver con tu estilo de vida ¿cuáles son? 

Cuanto antes irme de Santiago. Creo que la calidad de vida acá es una estafa, estoy buscando pretextos para no relacionarme tanto con seres humanos, sobre todo con seres humanos que no conozco o que no me interesan.  Estoy muy agradecido de Santiago, llegué el año 85 a estudiar y todavía sigo trabajando un poco para lo que me preparé y estoy súper agradecido por todo lo que he conseguido. Pero yo también estoy viejo y siento que voy a envejecer más, entonces, estoy pavimentando un poco la vejez que quiero vivir. Por algo me cuido tanto la salud, más allá de hacerme la cara de nuevo a punta de tecnología, pero hablo de la salud, por dentro, el cuerpo te avisa la edad que tienes. El cuerpo te avisa cuando hay algo que te falta. Y a mi cuerpo le falta silencio y vida al aire libre. A mí la pandemia me hizo acercarme mucho más a la conexión que yo tengo con lo que estoy sintiendo. 

Jordi Castell y su manada Gonzalo Muñoz

Reflexiona más aún... "Soy definitivamente más feliz en este estilo de vida. Y lo que más me gusta es el lema del ´feliz me lo pierdo´. Es porque prefiero mil veces estar en mi casa o que vengan a mi casa o de repente cuando ya me tienen hasta acá salgo a comer. Los animales son la única certeza que tengo, lo único que me sujeta al mundo. No me veo trabajando hasta los 70 años en medios o en plataformas digitales. No me veo, insisto, con todo lo agradecido que estoy de Santiago. Quiero ser un viejo choro, un viejo feliz, quizá puede sonar un poco mediocre, pero no quiero tener más de lo que tengo. Soy feliz y olvídate lo agradecido que estoy  de cada pololo, de cada viaje, de cada oportunidad, de todo, de todo. Estoy súper en paz con todo".

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