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Loreto Schultz y sus 8 rescatados

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Es la encargada del área de hogar temporal y reubicación de la Fundación Galgos Chile, a través de los galgos que ha adoptado ha conocido la explotación que sufren estos animales. En esta entrevista nos comparte su historia y la de sus rescatados. Además, hace un llamado a "terminar con las carreras, con la explotación y que la gente se anime a adoptar, a abrir su casa a un animalito que no tenga hogar".

Es la encargada del área de hogar temporal y reubicación de la Fundación Galgos Chile, a través de los galgos que ha adoptado ha conocido la explotación que sufren estos animales. En esta entrevista nos comparte su historia y la de sus rescatados. Además, hace un llamado a “terminar con las carreras, con la explotación y que la gente se anime a adoptar, a abrir su casa a un animalito que no tenga hogar”.

Por Isabel Pinto G.

A Loreto Schultz desde pequeña le llamaron la atención los perros. Vivía en departamento y siempre llegaba con cachorros o perros abandonados a su casa. Su mamá los recibía, le permitía ser hogar temporal, los rehabilitaban y les buscaban un hogar. Tuvo hámster, conejos y un erizo de tierra con su hermana, y a los 14 años tuvieron su primera perrita, luego se fueron sumando rescatados, incluidos gatitos.  Ya adulta, se fue a vivir con su marido, Iván, decidieron que cuando tuvieran una casa iban a adoptar perros. Sin embargo, un día su mamá y su hermana encontraron a Meew, una gatita de tres semanas abandonada en la carretera y ellos la adoptaron, luego llegó Pitu (otra gatita), ellas dos le abrieron la casa al resto de la pandilla. Se cambiaron a una casa, y se sumaron dos perritas mestizas: Kailani y Cleo; Ivi, Audrey, Lucy y Rubén (todos galgos). Asegura que “la adaptación de todos se dio muy bien, los que fueron llegando, se fueron sumando y todo fluyó de forma muy natural. Hay una armonía muy rica y somos una familia multiespecie muy feliz, somos muy felices en esta unión que tenemos con todos nuestros pequeñines peludos”.

Ivi, el comienzo

Ivi fue el primer galgo rescatado que adoptaron, con él se empezaron a enamorar de esta raza y se abrió todo un mundo frente a una realidad que desconocían. “Sabíamos de las carreras, pero lo veíamos como algo muy lejano, de otros países. Ivi llegó muerto de miedo, los chicos de la fundación lo tenían hace un tiempo. Fue castrado a sangre fría y lo abandonaron en la calle para que muriera desangrado. Una chica lo encontró, lo llevó al veterinario, lograron estabilizarlo y se comunicaron con la fundación para que tomara el caso. Una de las voluntarias fue a buscarlo a Parral, y lo tuvieron como hogar temporal hasta que lo adopté. Estaba con una cojera y con mucho dolor, la radiografía mostró que él tenía una falange pulverizada, ahí no había hueso que rescatar y en realidad no había nada más que hacer, así que tuvieron que amputar esa falange. Lo recibimos en ese período, post cirugía con curaciones, medicamentos. Empezó el proceso de adaptación, sacarlo a pasear en recorridos cortos para que no le doliera la pata, se adaptó súper bien, de a poco empezó a confiar. Había cosas que le daban mucho miedo, como el escobillón o cuando uno hablaba más fuerte también tendía a asustarse, pero después mostró todo su temperamento. Una dulzura de perro, regalón como él solo”, nos cuenta.

Luego llegó Audrey, una galguita que su marido encontró en la carretera abandonada sobre unas bolsas de basura. Iván, en un comienzo pensó que estaba muerta, pero la vio moverse. Si bien pensaron en ser su hogar temporal mientras le encontraban uno definitivo, se quedaron con ella debido a sus problemas de salud. Empezó a presentar ataques convulsivos, por lo que la empezaron a tratar, también tuvo un edema pulmonar severo. “Finalmente, se recuperó tras comenzar con un tratamiento farmacológico dado por un neurólogo. Después de vivir todo eso nunca más se fue, ya era parte de la familia”.

Hogar adaptado

Hace poco más de un año llegó Lucy, una galguita de al menos 12 años. Llegó sola a la casa de Loreto, se metió debajo del auto tratando de protegerse del frío. Estaba muy flaquita, pensaron que estaba muerta. “La llevamos al veterinario y nos dijeron que tenía una fractura completa en una de sus patitas, la cual nunca se trató y, por lo tanto, la musculatura de esa patita se atrofió. Tenía una cojera, sólo tiene dos colmillos, el resto de los dientes están muy gastados o no los tiene. Perdió un ojito por un golpe con un objeto contundente. Coordinamos con los chicos de la fundación que la vinieran a buscar, pero cosas que finalmente pasan y que tienen que ser, no lo hicieron. Le dije a mi marido: es viejita, quizás cuánto le queda, va a estar de hogar temporal en hogar temporal porque es difícil que un perrito así tenga una adopción rápida, que tanto trabajo va a ser un perrito más, donde comen cuatro comen cinco y se quedó”.

En diciembre del año pasado, empezó a tener ciertos signos clínicos, fueron a varios especialistas. Le diagnosticaron un tumor cerebral inoperable porque está en la base del cerebro y provoca ciertos desbarajustes en su organismo. “Lo que más me interesaba era saber si estaba sufriendo y cuáles eran sus expectativas, qué podíamos hacer. En este momento estamos con un tratamiento paliativo porque no hay un tratamiento frente a un organismo que ya está debilitado por la edad y todas las demás cosas que ella ha vivido, estamos en ese proceso. La misión es darle toda la felicidad que nosotros podamos hasta el momento en que ella decida partir, que ya no podamos hacer nada más para ayudarla”, menciona. 

Si bien para Loreto todos sus perros son especiales tiene una afinidad especial con Lucy. “Siento que con ella llegué tarde, pienso en todo lo que sufrió, en que cuando ella se fracturó nadie la cuidó, el tema de su ojo, lo flaquita que llegó, el miedo que tenía al principio, porque pasó 7 u 8 meses sin mover la cola. Sus formas de demostrar cariño son distintas, se acurruca, te olfatea y le gusta dormir acurrucada con uno, pero claro, ella llegó con mucho miedo, muy maltratada, todo le daba susto, todos los ruidos. Si puedo darle felicidad, amor, preocupación, por el tiempo que le quede, ya que no tuvo contención, le faltó una familia. Siento que con ella estoy contra el tiempo, por su enfermedad, porque es viejita”.

Lucy, al igual que la mayoría de los galgos fue utilizada para las carreras. “Luego, cuando tienen alguna lesión se les empieza a utilizar para la caza y eso es lo que pasó con Lucy, porque tiene cicatrices en las patas, en la cara, que son propias de perritos usados para cazar, tiene cicatrices por guaches, que en algún momento fueron cortes profundos”, explica.

Debido al tumor Lucy tiende a estar más desconectada, desorientada, por lo que una vez que descubrieron que tiene necesidades especiales, empezaron a adaptar su casa para que ella tenga una mejor calidad de vida. “Le sacamos las patas a un sillón donde ella empezó a dormir para que no se cayera cuando se bajara y no tuviera mucha altura. Como a veces chocaba con las cosas desarmamos el comedor para que tuviera más espacio, nos adecuamos a lo que ella necesite. Empezamos a poner protecciones en las esquinas de ciertas paredes por donde ella pasa habitualmente, porque uno de los signos clínicos del tumor es que realiza ciertos circuitos, también en las manillas de los cajones para que no se golpee. Hasta le hicimos un casco con espuma para ponérselo cuando esté más propensa a chocar, de a poco ella también se ha ido acostumbrando. Subimos su cama al segundo piso con nosotros, como ella no puede subir ni bajar escalas, la subimos y la bajamos en brazos. Hacemos la vida en el primer piso y cuando es hora de dormir, la subimos, durante el día ella duerme en nuestra cama y en la noche ella sabe que duerme en la suya”.

Destaca que para el bienestar de Lucy ha sido muy importante el apoyo de su oncólogo y su gastroenteróloga, ya que “estos perros que tienen una patología especial necesitan ser vistos por especialistas, quienes han sido parte muy importante de su tratamiento”.

Finalmente, llegó Rubén a completar la manada. Mientras le realizaban el tratamiento a Lucy, apareció Rubén, un perrito que rescató la Fundación Galgos Chile, a través de un aviso donde mencionaban que había un galgo que estaba abandonado, vagando por distintos sectores entre Viña y Concón. Lo fueron a buscar y se lo llevaron para que lo tuviera momentáneamente. Estuvo en varios hogares temporales, pero volvió a la casa de Loreto y se quedó.

¿Hay algún caso en particular que te haya marcado?

Creo que lo que más me ha marcado y lo que me sigue impresionando es la falta de humanidad que hay, en el nivel de maltrato, de ensañamiento con animales que no pueden defenderse, es lo que más me impacta. El caso de Ivi, que lo castraron porque ya no servía para correr, poque le dolía la pata, el caso de la Lucy, su fractura, el problema en su ojo, galguitos que llegan tan maltratados que les cuesta darse con las personas, que tienen mucho miedo. Ver ese tipo de traumas, perros que cuesta reubicar como Moro que fue utilizado para cazar y les tenía miedo a las personas, por cualquier cosa se sentía amenazado y tendía a querer atacar, entonces es difícil reubicar perros así, porque se necesitan personas que tengan las ganas de luchar contra estos obstáculos. Uno va aprendiendo con cada uno, cada perro es un proceso distinto y hay una familia para cada perrito, siempre hay una familia que tiene las ganas y que los quiere a pesar de todo, con los problemas que tengan de salud, con lo bueno y lo mano. Hay gente que es capaz de recibir casos complicados y va con todo, que no se arrepiente y no va a pensar en rendirse porque el perrito tiene algún problema.

¿Cuál es tu opinión frente al movimiento social que ha surgido contra las carreras de galgos?

Encuentro que es maravilloso, que la gente sepa que es lo que hay detrás, que quieran sumarse a esta lucha para acabar con estas carreras. Es necesario que se termine con este sufrimiento, con la explotación, el considerar a los animales como objetos que se pueden desechar, los animales son seres sintientes que merecen respeto, dignidad y particularmente en las carreras de perros es una actividad de explotación. Los galgueros someten a los perros a un estrés fisiológico completamente innecesario, los entrenan en cuanto a velocidad con tiempo y no estamos hablando de un entrenamiento para mejorar el comportamiento, para ayudar a la adaptación como podría ser con un etólogo, etc. Estamos hablando de un entrenamiento físico, con el fin de que el perro sea más rápido, de que gane una carrera, que al galgo no le interesa ganar. Estamos hablando de un perrito que entrenan amarrado a un auto para que alcance cierta velocidad, a un perro que lo revientan hasta que ya no sirve y en ese momento lo abandonan. Entonces, cuando hablan de una tradición, de un deporte, el único que está haciendo deporte es el perro, y el perro va a correr feliz en la playa, en el campo, en un patio cuando quiera, sin la necesidad de que haya un canódromo o un galguero detrás. La competencia no está incorporada para ellos, ellos corren simplemente felices y libres y ese es nuestro objetivo, que ningún perrito sea subyugado, explotado porque alguien encuentra en ellos un negocio.

Familia multiespecie

Meew

La mamá y la hermana de Loreto la encontraron abandonada en la carretera. Tenía tres semanas, la subieron al auto y le pidieron que la cuidara. “Fue un autoengaño, porque con mi marido dijimos: que se quede acá hasta que le encontremos casa, pero desde el momento que la vi supe que se iba a quedar para siempre, era pequeña por lo que tuvimos que darle leche cada cierto número de horas”, recuerda.

Meew

Pitu

Al mes después de Meew, llegó Pitu, otra gatita. La vieron un día en la mañana arrancando de unos perros y se metió entre unas cajas. No hubo forma de sacarla, ocho horas después, fue mi marido para ver si la encontraba, si estaba la iba traer a la casa. Ella estaba en el mismo lugar, la llevamos al veterinario y finalmente se quedó.

Pitu

Kailani

Una vez instalados en su nuevo hogar, empezaron a buscar perritos para adoptar. Kailani fue la primera en llegar. A ella la adoptaron y la devolvieron, su segunda adopción no se concretó y finalmente, llegó a la casa de Loreto.

Kailani

Cleo

Cinco días después de la adopción de Kailani llegó Cleo. Es una mestiza de galgo, la habían dado en adopción a una casa donde había gallinas. “Mató un par, la empezaron a amarrar, aun así, las gallinas se le acercaban, por lo que decidieron devolverla. Llegó a nuestro hogar y con la Kai se adecuaron maravillosamente, como si hubiesen sido hermanas siempre. Hasta el día de hoy duermen juntas, se acurrucan, juegan; si una va al veterinario, la otra tiene que ir, aunque sea de apoyo emocional porque si no, es un trauma (ríe)”.

Cleo

Ivi

Seis meses después de la llegada de Kailani y Cleo vieron la publicación de un galguito en la Fundación Galgos Chile, postularon y pasaron el proceso de adopción. “Es el primer galguito que llegó, fue usado para carreras, según todos los exámenes que se le hicieron, porque su musculatura estaba muy desarrollada, tenía ciertas lesiones propias de la actividad. Ivi fue castrado a sangre fría y lo abandonaron en la calle para que muriera desangrado”.

Ivi

Audrey

Seis meses después de adoptar a Ivi apareció Audrey. “Es una galguita que mi marido vio acostada arriba de unas bolsas de basura en la carretera, mi marido pensó que estaba muerta. Paró el auto, me llamó por teléfono y dijo que no estaba muerta, porque levantó la cabeza. Habíamos tenido la conversación que tres perros era suficiente, pero en ese momento le dije tráela y hablamos con los chicos de la fundación para ser hogar temporal un par de días y vemos el tema para que se reubique. Llevaba cuatro días en la casa cuando tuvo dos ataques convulsivos, comenzaron los exámenes, las consultas con especialistas. Literalmente viví dos semanas con ella en la cocina, porque las convulsiones son algo que no puede prevenir, ni menos saber cuándo iban a pasar. Tenía que estar atenta para que no estuviera sola. Nos dijeron que podía ser producto del celo, que había perritas a las que les pasaba y después se quitaba. Hicimos exámenes, la esterilizamos, pero pasaron seis meses y tuvo un cuadro de cinco convulsiones en menos de 48 horas. También tuvo un edema pulmonar severo, después se recuperó de todo eso, comenzó un tratamiento farmacológico dado por un neurólogo. Tras vivir todo eso nunca más se fue, ya era parte de la familia”.

Audrey

Lucy

Hace poco más de un año llegó Lucy, una galguita de alrededor de 12 años. Llegó sola a la casa de Loreto, se metió debajo del auto tratando de protegerse del frío. Estaba muy flaquita, pensaron que estaba muerta. “La llevamos al veterinario y nos dijeron que tenía una fractura completa en una de sus patitas, la cual nunca se trató y, por lo tanto, la musculatura de esa patita se atrofió. Tenía una cojera, sólo tiene dos colmillos, el resto de los dientes están muy gastados o no los tiene. Perdió un ojito por un golpe con un objeto contundente. Coordinamos con los chicos de la fundación que la vinieran a buscar, pero cosas que finalmente pasan y que tienen que ser, no lo hicieron. Le dije a mi marido: es viejita, quizás cuánto le queda, va a estar de hogar temporal en hogar temporal porque es difícil que un perrito así tenga una adopción rápida, qué tanto trabajo va a ser un perrito más, donde comen cuatro comen cinco y se quedó”.

Lucy

Rubén

Mientras le realizaban el tratamiento a Lucy, apareció Rubén, un perrito que rescató la Fundación Galgos Chile, a través de un aviso donde mencionaban que había un galgo que estaba abandonado, vagando por distintos sectores entre Viña y Concón. Lo fueron a buscar y se lo llevaron para que lo tuviera momentáneamente. Estuvo en varios hogares temporales, pero volvió a la casa de Loreto y se quedó.

Rubén

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