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Cuando adoptar es maltrato: Las mejores intenciones y los peores resultados

psicólogo Marcos Díaz Videla y perro |

En ocasiones, estos rescates condenan a los animales a situaciones de negligencia de las que no podrán salir, con consecuencias fatales.

Por Marcos Díaz Videla. Doctor en psicología, docente en Universidad de las Flores en Buenos Aires, autor de

“Antrozoología y el vínculo humano y perro”.

En nuestra cultura, cada vez valoramos más la adopción de animales domésticos desamparados como un gesto destacado que da cuenta de la naturaleza noble del adoptante. Esto les brinda a muchos animales la posibilidad de salir de una situación de calle para integrarse a una manada familiar en el resguardo de un hogar.

Si bien la decisión de adoptar a un animal puede y debe ser elaborada, la decisión de rescatarlo de una situación de abandono o maltrato frecuentemente se toma de manera impulsiva. Actuar rápido puede ser decisivo para salvar a un animal. Solo que, en ocasiones, estos rescates condenan a los animales a situaciones de negligencia de las que no podrán salir, con consecuencias fatales. Este es el caso de las personas padecen lo que la Asociación Americana de Psiquiatría denominó hace poco trastorno por acumulación, en una variante en la cual, lo que se acumula son animales domésticos.

Los criterios para diagnosticarlo incluyen:

a) Acumulación de gran cantidad de animales.

b) Fallas al proveerles las condiciones mínimas de nutrición, higiene y cuidados veterinarios.

c) Fallas en reaccionar frente al deterioro del estado de los animales y frente al efecto negativo que la acumulación tiene para la salud y el bienestar propios y de otros miembros de la familia.

d) Incapacidad para reconocer las consecuencias negativas de la acumulación.

Las personas que padecen este trastorno sienten la necesidad de acoger perros y/o gatos para sacarlos de situaciones de abandono, negligencia o maltrato, a la que luego se suma la dificultad para separarse de ellos. Esta conducta persiste incluso cuando ya no hay recursos ni espacio para todos los animales, lo cual tiene graves consecuencias. Habiendo superado ampliamente sus recursos, estas personas no pueden cumplir con la nutrición de sus animales, su atención veterinaria y el mantenimiento de las condiciones de higiene necesarias. En algunos casos logran relativa conciencia de esto y en otros no, y niegan rotundamente la gravedad de lo que sucede. En cualquier caso, no pueden reaccionar aun cuando los animales están severamente enfermos, sufren desnutrición o mueren.

Este trastorno también ha sido llamado Síndrome de Noé (referenciando al personaje bíblico) y representa un subtipo dentro del trastorno de acumulación, en el que las personas atesoran objetos inanimados sin valor económico ni emocional. Se cree, igualmente, que la mayoría de los individuos que acumulan animales también lo hacen con objetos inanimados. Las diferencias fundamentales están en que en el primer caso las personas viven en condiciones más insalubres, tienen menor conciencia de su enfermedad e incurren en maltrato animal, por lo que resulta más grave que la acumulación general.

¿Es este el caso de la loca de los gatos de Los Simpson? Es posible, pero, contraintuitivamente, el diagnóstico no se establece a partir de la cantidad de animales. Recientemente hubo un caso en mi barrio de una mujer acumuladora que convivía con 6 perros en condiciones lamentables. Pensemos, por otro lado, en la modelo y proteccionista Nicole Neumann. Es probable que ella tenga en la actualidad más de 40 perros (entre otros animales) y, sin embargo, no tenga un trastorno por acumulación de animales. Lo central en el diagnóstico es la imposibilidad de hacerse cargo de los animales acogidos, sumada a la imposibilidad de dejarlos ir aun reconociendo el desborde.

Si bien mayormente los animales se acogen para sacarlos de situaciones complejas y luego darlos en adopción, estas personas experimentan un sufrimiento muy intenso al pensar en deshacerse de ellos. De esta manera, no realizan o bloquean las acciones necesarias para que esto suceda. De modo que la adopción nunca sucede, y el animal queda acaparado, junto con otros tantos, en una nueva situación de riesgo, negligencia y maltrato. Solo que ahora está atrapado.

Es común que los rescatistas de animales identifiquen a estas personas e intenten ayudarlas, aunque no siempre entendiendo que se trata de una persona que padece un trastorno mental complejo. Los rescatistas, inclusive, tienden a evitar llevarles animales a estas personas, así sea que esto implique que ese animal quede en la calle.

Claramente, estas personas y animales necesitan ayuda. Sin embargo, difícilmente quien padezca un trastorno por acumulación demande atención de salud mental. Es más probable que, de recibir asistencia, sea en medio de una causa judicial y habiendo recibido denuncias de los vecinos. Estas se originan a partir de los olores nauseabundos de su hogar, los ladridos y las malas condiciones de los animales, por lo que frecuentemente las intervenciones de las autoridades se realizan por el maltrato animal implicado.

La frase “Las peores obras son las que están hechas con las mejores intenciones”, atribuida a Oscar Wilde, se representa en la situación de los animales acaparados por los acumuladores; donde, desafortunadamente, la acción de adoptar se funde con el maltrato.

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